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La (desaparición) de Carles Puigdemont en Barcelona es la prueba de un engaño de alguien que hizo creer al pueblo que se podía lograr la independencia catalana. Esta vez tenía orden de arresto activa y había prometido regresar para la toma de posesión aunque no fuera candidato. él no obedeció. Porque, aunque compareció sólo unos minutos, no hizo ningún intento de evitar la detención y huyó a toda prisa para ejercer como parlamentario y participar en la votación para elegir a Salvador Illa como presidente del Gobierno central. Lo que hemos visto no es astucia política. Tampoco se trata de un espectáculo de ilusión realizado frente a las cámaras de televisión. Y cualquiera que acuda a este tipo de espectáculos sabe que lo que allí se representa no es lo que parece. De hecho, el ilusionista no oculta maliciosamente que hay un truco en todo lo que hace, pero el truco no debe ser descubierto. No niego la experiencia de Carles Puigdemont en el escapismo. Pero nadie puede encontrar integridad, dignidad o sentido de decencia en esta forma de proceder.
Lo interesante es que las acciones de Carles Puigdemont no son nada nuevo, por lo que no deberían sorprendernos demasiado. En cierta medida, ya había sucedido lo mismo el día que declaró la independencia, pero luego la retuvo y sin tener el coraje que conlleva asumir las consecuencias jurídicas de acciones políticas que van más allá del marco constitucional vigente abandonó el país. Siguiendo la misma lógica, basada en intereses personales, encabezó su lista para presentarse a las elecciones al Parlamento Europeo, buscando únicamente la protección de la inmunidad y una cierta perspectiva internacional para fines personales. Los siete escaños que Jantz ocupa actualmente en la Cámara también lo ayudan a negociar descaradamente indultos que la Corte Suprema ha ignorado, un ejercicio más que controvertido de creatividad jurídica. Con estos antecedentes, la reinstalación de Carles Puigdemont es un procedimiento político fraudulento y carente de nobleza que debería ser avalado por el presidente de la Generalitat y el hombre que ostenta el tratamiento protocolario de Molt. Habría esperado que estuvieran considerando la última versión de. .
¿Y ahora qué? Lo ocurrido tendrá repercusiones en la propia situación procesal de Carles Puigdemont. De hecho, si en alguna ocasión se hiciera efectiva su detención, una medida cautelar en forma de pena de prisión ante el Tribunal Supremo, dadas las dificultades que encontrarían sus abogados para negar el riesgo de fuga, no sería fácil de evitar. Tampoco podemos ignorar las repercusiones jurídicas que deben afrontar quienes ayudaron a escapar, como demuestra la detención de varios miembros del personal de los Mossos d’Esquadra. La última actuación de Carles Puigdemont seguirá ocupando el espacio mediático durante varios días, pero ya no impedirá que Cataluña inicie un nuevo ciclo político en el que la gestión de los problemas reales de la gente no será una prioridad para el nuevo gobierno. capaz de hacer eso.
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