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Aunque la humanidad ha experimentado cambios profundos y diversos en las últimas décadas, la dura realidad sigue siendo que la guerra continúa cobrándose vidas y causando un sufrimiento humano incalculable. Además, la dinámica de los conflictos armados está evolucionando rápidamente a medida que avanza la tecnología, añadiendo nuevas complejidades y aumentando el daño a los más vulnerables.
En mayo, la presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Mirjana Sporjaric, afirmó en un discurso ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que el mundo está siendo testigo de un número sin precedentes de conflictos armados. Enfatizó que el número se ha multiplicado por seis en 2018; En los últimos 25 años, ese número ha aumentado a la asombrosa cifra de más de 120.
Las guerras se libran cada vez más en entornos urbanos, con consecuencias devastadoras para los civiles, como se ha visto en Gaza y Ucrania. Es especialmente preocupante el uso de armas explosivas con efectos generalizados en zonas pobladas, que ponen en riesgo no sólo a las personas sino también a la infraestructura esencial para la supervivencia. El uso de estas armas es motivo de especial preocupación porque a menudo tienen efectos indiscriminados. ¿Cuánto tiempo tendremos que presenciar un gran número de víctimas civiles y una destrucción generalizada de la infraestructura civil antes de que los militares y sus líderes políticos decidan cambiar de dirección?
Este año, el mundo conmemora el 75º aniversario de los Convenios de Ginebra, que forman la base de las leyes de la guerra o Derecho Internacional Humanitario (DIH), como se les conoce formalmente, y existe una necesidad urgente de considerar posibles acciones. . Las comunidades deben estar obligadas a exigir la implementación estricta y efectiva de un conjunto de normas que garanticen un nivel mínimo de humanidad y respeto por la vida y la dignidad humana incluso en medio de un conflicto armado.
La Convención de 1949 se destaca como uno de los pocos tratados internacionales que ha logrado la ratificación universal. Por lo tanto, la comunidad internacional debe hacer todo lo que esté a su alcance para cumplir este compromiso y combatir las amenazas a la observancia y aplicación del derecho internacional humanitario.
Hoy en día, se han agregado más reglas a los Convenios de Ginebra para formar el DIH, y su desarrollo siempre se ha adaptado a los cambios en la guerra moderna. Como tal, esta rama del derecho ha resistido la prueba del tiempo y se ha adaptado para abarcar nuevas armas y nuevos métodos de guerra, y continúa haciéndolo.
El personal del CICR es testigo todos los días de los efectos protectores del DIH. Nuestra propia capacidad para visitar a los detenidos, repatriar a los muertos, apoyar a los hospitales, ayudar a los necesitados y discutir confidencialmente las presuntas violaciones con las partes interesadas se debe a la eficacia del DIH. Sin embargo, para que las leyes de la guerra tengan pleno efecto, las partes en un conflicto armado deben dar su consentimiento y facilitar las operaciones de socorro, según lo exige la ley. La implementación del DIH varía, pero cuando las partes respetan la ley, la humanidad gana y se salvan vidas. Se evacuará a menos personas y la recuperación a mediano y largo plazo será menos complicada.
Como era de esperar, estos hitos son menos notables y menos dignos de mención. Los daños que nunca ocurren son difíciles de cuantificar y las violaciones que nunca ocurren no se denuncian. Es decir, si no se bombardean los hospitales, no se mata a la gente y se mantiene la infraestructura crítica. Pero sabemos que una vida segura tiene un valor inmenso y que estos acontecimientos demuestran que el derecho impone límites a la guerra y que sin el DIH nuestras vidas serían aún peores. Nunca debemos olvidarnos de recordarlo.
Sin embargo, todavía queda un largo camino por recorrer. Las violaciones del derecho internacional humanitario que presenciamos todos los días en los conflictos armados y en las crisis humanitarias cada vez más complejas y generalizadas plantean a la comunidad internacional desafíos aún mayores.
En una situación cada vez más compleja, resulta útil y estimulante recordar los Convenios de Ginebra. Frente a estos dilemas modernos, siempre debemos recordar que el propósito es nada menos que la protección de la humanidad en el contexto de la guerra. Esta simple idea, que lamentablemente hoy parece imposible, debe guiar la toma de decisiones en situaciones de conflicto armado, sin excusas ni excepciones. El respeto del DIH no es opcional.
Ha llegado el momento de que los países intensifiquen sus esfuerzos para proteger a las víctimas de la guerra. Cuando se viola el derecho internacional humanitario, no es la ley la que debe cambiar, sino la actitud de los Estados hacia esas violaciones.
La experiencia del Comité Internacional de la Cruz Roja nos permite afirmar que la principal causa del sufrimiento durante los conflictos armados no es la falta de reglas, sino el insuficiente respeto de las normas que los rigen. En tiempos de incertidumbre y devastación causadas por la guerra, debemos hacer del respeto del DIH una prioridad política.
Cordula Droghe es la jefa del departamento jurídico del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
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